17 de noviembre de 2010

17 de noviembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (XVI). La Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche


30 de julio de 2010. Segunda parte.

"A mediodía tomamos el S-Bahn y pasamos esa frontera intangible del antiguo muro que suponíamos más allá de la Hauptbahnhof, en pleno Moabit, aunque en realidad ya lo habíamos cruzado varias veces: discurría en eje perpendicular a la Potsdamer Platz de lo cual nos cercioramos aquella misma mañana examinando un plano nuevo de la ciudad hallado al fondo de un cajón de la cómoda del comedor del piso.

Cuando se va predispuesto uno ve lo que quiere ver, al menos en un primer momento. Tenemos cierta tendencia a confirmar lo que presuponemos aunque con el tiempo y el conocimiento, ese empeño por ratificar lo que sabemos va diluyéndose. No es extraño que, poco después de la estación Central, uno percibiera muy claramente la diferencia arquitectónica y ambiental entre el Berlin capitalista y el socialista. Esa diferencia está. No hay más que comparar la Kurfürstendamm con la Prenzlauer Allee. Pero, en honor a la verdad, entre Moabit y la Friedrichstrasse la diferencia no es tan clara como quise ver desde el principio.

La Kaiser-Wilhelm-Gedächtnis-Kirche es uno de los monumentos más simbólicos del Berlin Occidental. Situada en la Breitscheidplatz, en el tramo final de la Kurfürstendammen dirección hacia la puerta de Brandenburg, se construyó en el siglo XIX en honor del Kaiser Wilhelm I, valedor de Bismarck y alma mater del I Reich. Parcialmente destruida durante la guerra, el exterior de la iglesia fue inicialmente reconstruido junto a la torre principal que, aunque dañada, se mantuvo en pie, pero en la década de los cincuenta se abrió un concurso para conferirle un carácter simbólico.

El proyecto ganador, de Egon Eiermann, consistía en un híbrido: no rehabilitarla sino conservar la torre en ruinas y rodearla por una construcción moderna de modo que ni la cúpula, ni las vidrieras, ni la parte superior de la torre izquierda fueron finalmente reconstruidas aunque sí la entrada que alberga un pequeño museo-exposición sobre la historia del edificio.

El esfuerzo se decantó hacia el levantamiento de cuatro construcciones. Una de ellas, la nueva iglesia y la única en la que entramos, de forma octogonal, aunque a uno le pareció cúbica, resulta francamente espectacular por el efecto combinado de los 22,750 vidrios rectangulares trabajados por Gabriel Loire de Chartres que forman las enormes vidrieras que cubren las paredes frontales. Según rezaba en la información turística a disposición de los visitantes, la intención de Loire era recrear el azul y el rojo que predominaban en las vidrieras medievales. Uno es incapaz de concluir nada respecto a este propósito pero el efecto es demoledor e inusitadamente hermoso y original."