25 de diciembre de 2010

25 de diciembre de 2010: reyertas en la República de las Letras


Uno de los escasos aspectos agradables de no gozar de la ciudadanía de la República de las Letras, de ser un simple turista con visado por días, ni siquiera un inmigrante con permiso de residencia -el dramatismo social no es de recibo cuando existe esta figura y es muy lejana a las condiciones de vida de uno-, es que las reyertas entre los conocidos de los distintos barrios que habitan en esa realidad ideal acostumbran a suceder cuando uno está fuera o dando un garbeo por otra zona.

Cuando de vuelta de uno de esos paseos, de frecuentar a algún conocido o de colarse en un ágape organizado por un insigne preboste local pasando desapercibido, entre las cortinas, cerca de la puerta de salida, uno se encuentra o con los restos del altercado o con los comentarios que se lo refieren, pasada la perplejidad inicial suele sentir ganas de abandonar, y así lo hace, esa República donde tienen lugar tan enconados enfrentamientos por unos días.

Resulta que conocidos queridos o admirados, que habitan unos en los distritos altos, otros en los liberales, otros en los más periféricos, se ha enzarzado una vez más en una bronca educada eso sí, una trifulca plagada de ironías o exabruptos, según el día. Ellos suelen creer, sobre todo si son poetas -los aristócratas de la República- que lo hacen con elegancia y buen gusto, con educación, pero a uno le dejan un inconfundible aroma a arrabal pendenciero, a oscuro callejón portuario, a esas afueras en las que vive la mayor parte de su vida.

Ante el hedor del estropicio uno piensa: ¿Y en qué es mejor esta República? ¿En verdad vale la pena luchar por obtener la ciudadanía de un mundo zarandeado por bandas callejeras y pandillas que marcan sus dominios de manera no muy distinta a como sucede en la realidad empírica de las repúblicas del mundo?

Y lo peor es que a algunos de los participantes y cabecillas de esos fregados les tiene uno afecto o respeto o ambas cosas...