13 de abril de 2011

13 de abril de 2011: Crónica intempestiva de un viaje (XLI). Breslau


6 de agosto de 2010. Tercera parte.

"La descorazonadora visión de la estación central de Breslau (Wroclaw Glowny), una construcción oxidada, sucia, descuidada y ruinosa en algunos lugares no atemperó los males padecidos durante el viaje.

Nuestro alojamiento, el "Exclusiv Apartment Martini", aparecía en el aséptico Google Maps al lado de una línea de tranvía, situado en una calle ancha y cerca del centro histórico de la ciudad. La información de la web que ejercía de intermediaria para el alquiler precisaba además la proximidad a centros comerciales, posibilidad de parking y otras comodidades convenientes para el turista. Formalmente la información dibujaba era agradable. Lo que ni Google ni la publicidad de la empresa precisaban es lo que da contenido a la forma y, por tanto, lo que lo concreta.

El edificio en el que se encuentra el apartamento, moderno y dotado de cámaras de seguridad en el perímetro exterior y vigilantes en el interior, se halla en medio de un grupo de bloques abandonados, en proceso de rehabilitación o muy degradados. En cierto sentido, en medio de ninguna parte. La mayoría de los apartamentos están vacíos, otros están ocupados por gabinetes médicos, bufetes de abogados, empresas o agencias de publicidad. Los dedicados al alojamiento de turistas, en este contexto tan poco turístico, son 4 de unos ciento cincuenta. Esta heterogeneidad le confiere un aire fantasmagórico a media tarde, que es cuando llegamos. A partir de las cinco la mayoría de los negocios de Breslau cierran, de modo que el edificio queda casi vacío, frío, impersonal y poco acogedor, tal y como estaba cuando dejamos la maleta ante el guardia de seguridad en el hall al llegar.

Tras preguntar a los amables jóvenes que se entrenan para futuros capitalistas con sus apartamentos "de lujo" que bajaron a recibirnos, decidimos, pese a la fatiga y ante la evidencia de que no había restaurantes salvo un McDonald's Drive a unos pocos metros, cruzar el puente que según parece - a tenor de su inglés cerrado y de nuestro oído más cerrado todavía - nos separa unos cinco minutos de un ¡TESCO!, la cadena de supermercados escoceses en las que tantas horas hemos perdido en Saint Andrews que aparece, inopinadamente, con una gran superficie a miles de kilómetros, en Breslau.

Sin apenas desempaquetar ponemos rumbo a lo más conocido entre lo desconocido y durante el largo camino de más de quince minutos por una zona desolada, prueba de que nuestra comprensión de su inglés era precaria, atravesamos un puente sobre el famoso Oder, marrón y muy contaminado, con restos de basura abandonada en las orillas que divisamos al pasar. Mientras caminábamos la tensión se incrementa: no estamos precisamente en una zona residencial sino más bien suburbial y todo se nos aparece hostil por lo solitario e ininteligible. Cuando, cansados por la nueva fuente de tensión vemos el TESCO nos sentimos más seguros. Dentro todo parece hasta hospitalario: hay gente, polacos amables que en un inglés duro responden pacientemente a nuestras preguntas acerca de dónde encoontrar la leche, el café, el aceite, la cerveza o la fruta."