7 de junio de 2011

Dilemas en Sol

Advertía uno del riesgo de instrumentalización del movimiento de los indignados por parte de los "profesionales de la revolución" (en sus múltiples variantes, los hay más activos y más pasivos, más o menos politizados, pero todos coinciden en hacer de la lucha antisistema el modo de subsistencia). Si uno ha de creer a El País del sábado pasado esto ya está ocurriendo en Sol, como ya hace días que pasa en Barcelona: en este caso, la presencia de un grupo de okupas que no participa del movimiento más que en su "apropiación" y que no respeta las normas consensuadas por la mayoría, supone uno que por burguesas (es lo que tiene el silencio, que es burgués...)

"Un grupo de gente que no trabaja, no hace nada y nada le importa. Y que genera problemas de inseguridad al resto, según se lamentan. La paradoja, aunque solo sea lingüística, es que una parte no anecdótica del resto proviene del movimiento de autogestión y de los centros sociales okupados.'¡No trabajan y no mueven el culo, que hagan algo!', decía uno de los acampados.

'Vámonos y levantemos las tiendas antes de que sea demasiado tarde', advertía con malestar el portavoz de las asambleas de los barrios. Uno de ellos, dicen, sacó un hacha a pasear hace poco. Otros, dicen, arguyen que no tienen casa y que lo mismo les da estar en un sitio que en otro. El corazón democrático del movimiento tiene un problema. No puede excluir a nadie. Pero ya están hartos."

Y en vez de proceder a invitarles a abandonar la plaza, aunque fuera incoherente uno se teme que es la elección más razonable, los indignados se encuentran bloqueados por su prédica sin matices de la democracia real y la tolerancia absoluta, principios que, tomados en su idealidad y creídos como tales, a pies juntillas, no son más que mistificaciones: se trata de principios regulativos irrealizables y ahí radica su fuerza, en su carácter utópico e inaplicable cualesquiera que sean las circunstancias. No puede haber tolerancia absoluta con los intolerantes, por ejemplo.

En fin. Lo que uno temía parece estar consolidándose. Sin haber llegado a la masa crítica, la distancia respecto a esa mayoría silenciosa que dio inicialmente su soporte al movimiento no hace más que aumentar. Si es así, la marginalización del movimiento es cuestión de tiempo y el potencial subversivo podría agotarse más pronto que tarde. Esta perspectiva es la peor posible pues si la evolución política continua su previsible curso, la tentación revolucionaria estará lista para entregarse a las peores tentaciones...