26 de octubre de 2011

En torno a Miłosz (III)

Los mencionados obstáculos:

a) el emocional: como receptor, la poesía de Miłosz le ha resultado a uno fría, desapegada, lejana. En sí, estas emociones pueden ser valoradas positivamente: la distancia permite, a menudo, la reflexión. Sin embargo, en conjunción con los demás su efecto es demoledor;

b) el retórico: uno no ha conseguido penetrar -y no quiere culpar en absoluto al traductor- en la ironía que se supone preside la obra del polaco. Muestra de que uno quizá no sabe leer, la mayoría de los poemas contenidos en la Antología le han parecido graves, "pesados" (en el sentido de Sloterdijk), carentes de humor y, por supuesto, de ironía. Será que uno se lo ha tomado muy en serio pero ni media sonrisa ha aparecido durante las largas jornadas de lectura;

c) el ideológico: aun tratando de entender, empáticamente, la alegría ante la caída de los regímenes del telón de acero, uno no puede por menos que reprobar su ingenuidad anticomunista. Entendámonos: ser anticomunista no tiene nada de extraño ni anómalo. El problema es cuando la celebración del anticomunismo se convierte en una fiesta acrítica de su alternativa liberal-capitalista. Y es acrítica, por ejemplo, en un poema especialmente lacerante, "En Yale", a propósito de la caída del muro y el fin de las dictaduras del Este:
"(...)
- Así pues, la humanidad vuelve a sus tareas preferidas
Tras una gran pausa. Le son caros el tacto
Y el sabor. Los libros de cocina, las recetas
Para un sexo perfecto, las reglas para rebajar
El colesterol, los métodos para adelgazar
Rápidamente -eso es lo que necesita. (...)

Tal vez en el último verso pueda captarse una ironía. Pero no parece a juicio de uno que ponga entre paréntesis lo anterior. Y lo preocupante de lo anterior es la ahistoricidad de la que hace gala Miłosz. Uno no discutirá que la Humanidad tenga elementos constantes y universales pero le discutirá que uno de ellos sea el método para adelgazar o las reglas para rebajar el colesterol. Estas "humanas preocupaciones" preferidas de la humanidad lo son de la humanidad occidental y de ciertos grupos sociales: generalizarlas es grosero. Como por ejemplo, (¡venga, algo de demagogia!) lo caros que le son a los humanos en el cuerno de África "los libros de cocina"...

O, por ejemplo, esta ahistoricidad va pareja a un desprecio del factor social, entendido como falta de compasión y empatía (sí falta de compasión) respecto al sufrimiento causado por las diferencias sociales y que se justifica con un quedo: "No soy socialdemócrata". Por ejemplo, en "En Milán": "No se trata de cuántas liras al día, / De cuánto cuesta el pan, la carne, el vino. / No se trata de si los niños van de colonias. / No soy socialdemócrata". Y sí, puede que no se trate de eso, o al menos sólo de eso, pero también de eso se trata, al mismo nivel, al menos cree uno que de "la luna entre los viñedos" o "el aire azulado en los valles". Despreciar aquello en nombre de esto no es sólo una elección estilística o poética es, también, una opción ideológica mistificadora.