4 de noviembre de 2011

La capitulación de ETA, la incoherencia y la equidistancia


Asistimos estos días, a propósito de la capitulación de ETA, a un debate estéril que muestra el grado de descomposición intelectual e ideológica de los grupos sociales más inclinados a las acciones extremistas. Algo que, por otra parte, tampoco debería sorprendernos lo más mínimo.

Ahora, las víctimas piden una escenificación con "vencedores y vencidos" mientras que los acólitos de la organización demandan una paz "sin vencedores ni vencidos". Tiene su qué, no vamos a negarlo, que quienes rechazaban la existencia de una guerra en el Norte (la que uno conoció siempre como la "guerra del Norte", que era como la denominaban, por ejemplo, los guardias civiles o los policías que luchaban contra los etarras en aquellos años de plomo) ahora pidan una declaración y un armisticio que establezca unos vencedores y unos vencidos como si la guerra, ahora sí, una vez concluida, hubiera acontecido y quienes sostenían que existía semejante guerra ahora se desentiendan y no quieran ni oír hablar de algo consustancial a cualquier guerra: la existencia de unos vencedores y unos vencidos que habrían proclamado si los victoriosos hubieran sido ellos. Incoherencia delirante que hace que sea deseable, una vez más, como punto de vista, la equidistancia.

Y uno cree, tratando de mantenerse en esa inestable posición, que ha habido unos vencedores y unos vencidos: en esta guerra ha ganado el Estado español y ha perdido ETA. Y, sin embargo, cabe, en la victoria, ser magnánimos antes que mezquinos o vengativos y acercarse más a la conducta de los aliados tras 1945 que a la de los aliados tras 1918.