21 de abril de 2012

Solzhenitsyn y el exceso (III): los peligros del anticomunismo primitivo



Hay un exceso excesivo en Archipiélago Gulag que acaba favoreciendo el menosprecio de la obra y la crítica fácil, al igual que la entrega acrítica y su ensalzamiento santurrón: el anticomunismo primitivo.

El anticomunismo elemental es, habitualmente, una forma fanática y demonizadora de encarar la discusión crítica con esta ideología. No se diferencia en mucho del antisemitismo o el anticristianismo. Como cualquier fundamentalismo simplista y maniqueo busca nivelar, aplanar y esquematizar sin dejar resquicio alguno a la heterogeneidad, la diferencia, el detalle, el matiz o, más calaramente, la racionalidad.

Por muy comprensible que pueda resultar el anticomunismo de Solzhenitsyn, en atención a su biografía y a las circunstancias históricas, lo cierto es que impregna de tal manera su interpretación de los acontecimientos históricos que incurre en groseras comparaciones, deplorables valoraciones y  tergiversaciones o, más benevolamente, errores.

Tres serían, a ojos de uno, las colosales equivocaciones históricas y morales que ponen en entredicho la fuerza moral del libro:

a) la equiparación entre bolchevismo/comunismo y nazismo;
b) la comparación entre el zarismo y el régimen soviético; y
c) la comprensión de la historia del régimen soviético como una totalidad homogénea.

En estos tres espacios, el feroz anticomunismo de Solzhenitsyn parece cegarle e inducirle a cometer errores difícilmente disculpables y que empañan, en opinión de uno gravemente, la dimensión ética de la obra.

Así, equipara sin matices nazismo y bolchevismo/comunismo (una comparación que puede ser realizada sin problemas en términos de política empírica pero que debe ser muy matizada en términos ideológicos) proyectando una valoración positiva del nacionalsocialismo en el fiel de la balanza comparativa para forzar la apreciación de la brutalidad del estalinismo. Compara zarismo y estado soviético con una indisimulada benevolencia hacia el primero basada, a veces, en valoraciones cuantitativas cuya ejemplaridad rehúsa conceder al régimen bolchevique. Y, finalmente, interpreta diacrónicamente el régimen soviético como un bloque compacto, homogéneo y solidario en la perpetración de una empresa criminal aplanando, al mismo modo en que cierta izquierda "radical" hace con los régimenes burgueses al no diferenciar entre democracias, autoritarismos y totalitarismos, las diferencias en beneficio de aquello que es común.