23 de septiembre de 2012

Una (espero que) última apostilla al comentario sobre la Diada


Lo cierto es que algunos de los que siguen este cuaderno, la mayor parte con ánimo dialogante y crítico, me han hecho llegar por correo o verbalmente sus observaciones ante los comentarios sobre el 11 de septiembre y uno no ha podido por menos de comprobar que la comprensión del nacionalismo como un fenómeno religioso, aparte de molestar4 a algunos, encuentra más corroboraciones de las esperadas.

Un lector me reprocha que mi posición podría entenderse como "españolista" y "conservadora". Supongo que uno no se ha expresado bien en la apostilla que escribió el viernes: decir que el secesionismo es una producción política y mediática lo es tanto como afirmar que la idea de España también es una construcción cultural. Si a uno no le gustan, más bien desprecia y rechaza, los proyectos políticos que se constituyen alrededor de un discurso nacionalista eso incluye a los proyectos políticos integracionistas o españolistas y a los separatistas. Asimismo, debe uno reconocer que no es capaz de distinguir nacionalismos buenos e integradores y nacionalismos malos y excluyentes como tampoco es capaz de reconocer religiones buenas e integradoras y malas y excluyentes. Lo siento pero mi entendimiento no logra percibir suficientes diferencias.

De ahí que si a uno se le considera "conservador" por no creer que el nacionalismo independentista catalán sea per se una fuerza revolucionaria o progresista pues qué le vamos a hacer... Para aquellos que piensan que la causa de la justicia social se consigue más fácilmente a través de un estado naciente que de uno ya constituido (y semejante afirmación hace años que la viene uno escuchando entre profesionales de la revolución con sentimientos fuertemente nacionalistas) me remito a las pruebas: ¿se ha progresado más en el freno de la expoliación, en las libertades ciudadanas, en el respeto real al medio ambiente, en la igualdad o en la justicia social en estados nuevos como Eslovaquia, Croacia, Serbia, Estonia, Letonia, Montenegro o la Antigua República Yugoslava de Macedonia que en estados centenarios? Para los del otro lado, los que argumentan que sólo en el marco de una España unida y fuerte se producirá el "progreso social" suficiente (sea eso lo que sea), ¿es que acaso países como Grecia, Bulgaria, Rumanía, Rusia, China, Japón o USA, son más justos, compasivos o democráticos que diminutos países como Costa Rica?

Seamos serios...

Uno no piensa caer en las tomas de partido maniqueas o, al menos, va a intentarlo. No es el momento ni el lugar para una declaración de principios pero sí para manifestar que los nacionalistas, como los fundamentalistas religiosos, sean del bando que sean, pueden vencer pero a uno no le van a convencer.

Nota: por cierto, mi querido Jordi Alsina me envía un enlace a un sensato, razonable y acertado artículo de Vicenç Navarro. Comparte uno gran parte de sus afirmaciones aunque parece olvidar el residuo carlista indispensable para explicar la falta de encaje centenaria de Catalunya y España y le sobra algo de retórica de izquierda realmente existente. No obstante, su planteamiento es de los más lúcidos que se pueden leer en estos tiempos de llamaradas y estupideces. El artículo, "¿Qué ocurre en Catalunya, y en España?", aquí.

También en el Blog de Xavier Massó y en el de Gregorio Luri se encuentran reflexiones interesantes sobre la demencial situación a la que se está llegando.