3 de enero de 2013

Memoria de Saint Andrews (XVII): lluvias y reflexiones



25, 26 y 27 de julio. Segunda parte.

Estos tres días de reclusión podrían haber dado para escribir muchas páginas. Tiempo había. Las lecturas principales se finalizaron y la apuesta por Azorín tenía suficientes argumentos en contra como para no abrir el volumen. Sin embargo, como meridionales poco habituados a la persistencia de las inclemencias meteorológicas, a pesar de haberlas padecido habitualmente por estos lares. se apoderó de uno una indolencia, cercana al sopor, que le hizo limitarse a jugar, salir lo imprescindible, entretenerse en husmear la vivienda, vagar anímicamente, escuchar música y ver la televisión  a veces todo simultáneamente.

Con todo, algún miserable apunte cayó. Básicamente no tanto sobre el objeto de reflexión más noble y filosófico, la problemática del "Apocalipsis", como sobre la topología más baladí del "extraño habitual" o "veraneante". Acerca de la primera y su presencia constante que debe ser objeto de denuncia racional sin pretender estar, nosotros sí, "al final de", es decir, después de un apocalipsis, cada vez está uno más persuadido de que el apocalipsis siempre ha acontecido con anterioridad y el que se anuncia, el que ha de venir no llegará nunca por ello mismo. Habría que apostar por un apocalipsis decepcionado y decepcionante...

Respecto al segundo ámbito, si uno restringiera a tres grandes categorías la diversidad de actitudes, prácticas y modos de acción que acaecen cuando se irrumpe en el espacio y tiempo de "los otros", en ese espacio-tiempo que está más allá del horizonte cotidiano en el cual nos movemos, podríamos decir que nos encontraríamos con el viajero, el turista y el veraneante. Y de estos lugares genéricos, que presentan incontables figuras híbridas, emanarían tres tipos de "literatura"; la literatura de viajes, las guías turísticas y...? ¿A qué tipo de género específico dan lugar los veraneantes? ¿A una mutación entre ambas? ¿A ninguna? ¿El veraneante es improductivo literariamente?

El viajero, según la literatura de viajes, está normalmente vinculado al conocimiento, el descubrimiento de la alteridad, la imprevisibilidad, el nomadismo, la metamorfosis... El turista, según las guías turísticas, no desdeña el conocimiento pero se trataría de un conocimiento específico, contextual, concreto, aplicado, buscaría también el encuentro con una alteridad fácilmente categorizable, esquemática, delimitada, sería previsible, su nomadismo sería más bien moderado, ocasional y sus metamorfosis serían más bien entre epidérmicas y parciales.

¿Y el veraneante? Hay que seguir con ello...