14 de enero de 2014

Escribe Francesc J. Fortuny

 

Al hilo de las reflexiones sobre mi experiencia del "fantasma de Derrida", la curiosidad (y una cierta deuda "culpable") me condujeron a navegar en busca de huellas de Francesc J. Fortuny. Alguna encontré. Hallé una página en la que todavía figura en el staff activo de la Universitat de Barcelona, una de esas páginas en ruinas que se acumulan en los espacios web y que son testimonio de lo ya desaparecido. Y en otra estas palabras suyas:

"Creo que se confunde «creer» con las múltiples formas del sentir emotivo. Creo que se debería poder hablar sin emotividad de las creencias. Creo que nunca veré realizado este deseo. Creo que las creencias formuladas siempre son malas. Creo que tales creencias explícitas sólo son susceptibles del tratamiento denominado «teología negativa» y que la ausencia o excesiva suavidad en el tratamiento se denomina «fundamentalismo».

Creo que las creencias son el fundamento último de lo que conozco, razono, sé y vivo. Creo que paulatinamente dejo de creer en muchas cosas, o al menos cambio la primera creencia por otra. Creo que esto es vivir y lo contrario ser una piedra. Creo en la razón en su aspecto negativo de develadora de creencias. Creo mucho menos en su pretensión de aportar algo verdaderamente positivo, salvo que su acción positiva sea su negatividad, su apertura a una teología negativa que sólo se ejerce sobre dis-
cursos determinados.

Y creo que todo esto nada tiene que ver con institución alguna, por lo menos de una manera inmediata y necesaria. Y creo que la manifestación institucional de las creencias explícitas y colectivas siempre es tan inevitable como nefasta, sea cual fuere la creencia: religiosa, política, científica, gremial o simplemente humana.

Finalmente creo que no creo precisamente en aquellos momentos en los que estoy a la altura de las circunstancias, y no por debajo de ellas. Incluso un teólogo utramontano aceptaría que en el cielo no hay fe. Pero así como creo que en buena teología no es inevitable creer en el infierno, creo que es evítable creer forzoso el ingreso en el cielo ingenuo de la ausencia de creencias. Por lo menos en esta vida.

Y creo que todo cuanto acabo de formular ya no son creencias en su más profundo y prístino sentido, sino tan sólo ideas. Y evidentemente son unas idea muy razonables que únicamente piden a mi inveterado vicio de creer un cierto sentido de economía y elegancia mental."