7 de junio de 2015

La pérdida de la transparencia y el fin de una época


En la foto que preside estas líneas Marc era, todavía, alguien transparente: entre su interior y su exterior, entre sus procesos mentales y emociones y su conducta, gesticulación o expresión, apenas si había separación. Era relativamente fácil inferir su estado de ánimo de sus sonrisas o sus lágrimas, de sus abulias o entusiasmos. Asimismo, no costaba demasiado saber qué acciones realizaría en función de determinados estímulos en unas situaciones específicas. Pero eso pertenece al pasado y desde hace varios años, aunque hasta ahora no se había hecho evidente o uno no había querido, o podido, apercibirse.

Estos últimos días han acontecido dos cambios inesperados que podría decirse que, a ojos de quien escribe, marcarán el fin de su infancia. A los suyos está por ver. De un lado, tras ganar por tercer año consecutivo la Liga catalana de Football Flag, ha decidido abandonar - dice él por un año pero cabe dudarlo - el futbol americano. Tras una larga lesión que le ha hecho perderse prácticamente toda la Liga de Football y ver que estaba condenado al fondo del banquillo y restringido a jugar en la defensa se concentró exclusivamente en el Football Flag, también jugando únicamente como capitán de la defensa y sin participar en el ataque: la falta de confianza de sus entrenadores en su capacidad ofensiva le ha desmoralizado y ha decidido dejarlo. Demasiado pronto para que el juego consista únicamente en tumbar al adversario. Eso es lo que uno ha podido deducir de sus palabras, escasas y medidas: lejos de la expresividad y la facilidad comunicativa de años atrás. Por otra parte, la escuela en la que cursaba sus estudios desde pequeño ha cerrado bruscamente, sin previo aviso y cuando ya el período de preinscripción en la escuela pública estaba concluido: se ha vendido, junto con su concierto, a los Salesianos, algo por lo que uno no puede pasar. Jamás ha profesado ese anticlericalismo comprensible pero ramplón de buena parte de la izquierda, ni comulgado con el laicismo elevado a la categoría de dogma que proscribe el estudio filosófico e histórico del crsitianismo y promueve el del islamismo, evangelismo, judaísmo, etc. Sin embargo, no ha estado dispuesto, ni lo estará, a sufragar voluntariamente el mantenimiento de la Iglesia y menos aun a potenciar su expansión en el ámbito educativo así que Marc, con un año de antelación - está en 3º de la ESO -, entrará en algún lugar de la red pública lejano seguramente al domicilio. Perderá sus amigos, su entorno, sus hábitos y adquiririá otros, lógicamente, pero es difícil saber la magnitud y el carácter de lo que siente: ¿tristeza, miedo, resignación, confianza? Hay que escarbar mucho para encontrar huellas que permitan saber, o mejor suponer, qué pasa por su mente y su cuerpo. En eso estamos.

La nostalgia de un pasado mejor, más sencillo y claro, aspira a dominar el panorama pero ningún tiempo pasado fue mejor (ni peor) y todavía es pronto para dejarse arrastrar por la melancolía: hay que cumplir con los deberes de la paternidad y seguir guiándolo en la medida de lo posible por un camino que no se estreche demasiado pronto ni se haga tan impracticable que le haga desear permanecer en el mismo sitio o retroceder: más que nada porque ese sendero que ha seguido ya estará tan desgastado y erosionado cuando quiera volver sobre sus pasos que no podrá avanzar y seguramente se extraviará.